La Crónica de Hoy
Como no tenía dinero, María Eugenia Torres llevó a su hijo malherido al hospital de Xoco porque pensaba que no le cobrarían y le darían los medicamentos gratis. A Gustavo, el chico, lo internaron. Y entonces María Eugenia conoció la realidad: en la farmacia no había medicinas y tuvo que comprarlas en una particular, a un costo de 200 pesos.
Además, no pudo dormir las noches del 18 y 19 de enero pasados (las que su hijo permaneció en Xoco) porque, como el respirador que le daba oxígeno artificial no funcionaba, ella tuvo que suministrarle aire manualmente.
—De todos modos, al final tuve que pagar la hospitalización y los servicios. Total: 350 pesos —explica a Crónica, María Eugenia.
Para esta mujer, vecina de Culhuacán, en la delegación Coyoacán, los argumentos de gratuidad y calidad que ha esgrimido el GDF para no unirse al proyecto federal de Seguro Popular resultaron no ser ciertos.
De hecho, el más reciente informe que Asa Cristina Laurell, secretaria de Salud, rindió ante la Asamblea Legislativa, indica que el 41.5 por ciento de los capitalinos que se atienden en los hospitales del DF debe pagar consulta externa, el 50.6 por ciento servicios como Rayos X y el 23.7 por ciento sufragar sus estudios de laboratorio.
Aplicar el Seguro Popular le permitiría al gobierno local —de acuerdo con cálculos de la Asamblea Legislativa del DF— recibir unos 596 millones de pesos a cambio de aportar sólo 298 millones. Pero el GDF insiste en no sumarse.
Debido a lo anterior, está atorada la posibilidad de generar una bolsa de recursos para incorporar al menos 450 mil personas más que las que actualmente son atendidas y, además, mejorar los servicios de salud.
Y lo que ocurre en estos momentos es que en los 26 hospitales del GDF sólo se atiende al 49 por ciento de la población capitalina, según la propia Secretaria de Salud Federal.
CALIDAD FICTICIA. Las noches que no durmió María Eugenia Torres en Xoco porque el respirador artificial no funcionaba no resultan anormales en el sistema de salud del GDF, pues en la mitad de sus hospitales, la antigüedad de los equipos oscila entre 15 y 40 años y fallan tanto que son los familiares de los pacientes (igual que María Eugenia) quienes deben ayudar a que funcionen.
Luego, como en más de la mitad de los nosocomios del DF hay un desabasto de medicinas del 30 por ciento, es usual que los acompañantes deban buscar los medicamentos en farmacias particulares, como le ocurrió a María Eugenia, quien tuvo que comprar Pentrexil, antibiótico que le recetaron a Gustavo para evitar infecciones.
María Cruz, quien trabajaba como secretaria antes de embarazarse, tuvo que dar a luz en el suelo del baño del Hospital de Iztapalapa porque llevaba dos horas esperando a que la atendieran y, como la fila de parturientas era muy larga, mejor se fue a los lavabos.
Se me aceleraron las contracciones, ya eran más frecuentes... había comenzado el parto. Mi sangre se mezclaba con el agua que salía de las tuberías en mal estado de los baños. Me sujeté de una de las tazas de baño, mientras sentía la cabecita de mi hija entre las piernas —recuerda la joven de 23 años.
—¿Y el personal del hospital, dónde estaba?
—Bueno, las enfermeras sólo llegaron para cortarme el cordón umbilical.
Antes, a María, que tenía 37 semanas de embarazo, los doctores le habían dicho que las salas de expulsión se encontraban saturadas. Así que Mariana —como le llamó a la hija— tuvo que nacer sobre mosaicos sucios y después fue trasladada para revisión a una incubadora de 30 años de antigüedad.
El Hospital de Iztapalapa tiene sólo dos mesas con equipo para atender de 300 a 450 partos al mes, es decir, 10 casos diarios. Además, los aparatos tienen más de 15 años de antigüedad aún cuando los manuales de la Secretaría de Salud dictan que deberían renovarse cada cinco años.
—Cuando uno de los aparatos falla, una de las enfermeras entra, se limita a mirar al paciente y sujetarle la muñeca para tomar el pulso, luego de unos segundos golpea el monitor cardiaco (como a veces hay que hacerle en casa a las teles) para que vuelva a marcar el ritmo natural. Entonces se retira sin llamar a un médico —explica María.
En el propio Hospital de Iztapalapa, Adolfo Suárez Sánchez, albañil de una obra cercana a las oficinas de la delegación, no tuvo tanta suerte: se hirió el brazo derecho con una varilla, pero no había algodón para curarlo y una enfermera se limitó a limpiarlo con alcohol y papel de baño.
Me dijeron que el algodón era para cosas más delicadas. A las dos horas después la herida se me infectó y tuvieron que inyectarme antibióticos durante al menos una semana —recuerda.
—¿Había antibióticos en el hospital?
—No.
Tuve que comprarlos en una farmacia particular a 350 pesos. En la
farmacia del hospital me querían dar algunas pastillas, pero eso a mí
no me servía, yo necesitaba algo que actuara más rápido porque mi brazo
estaba contaminado.
De acuerdo con estudios de la Asamblea Legislativa del DF, se han registrado casos de infección por material sin esterilizar que derivaron, incluso, en la pérdida de miembros o en envenenamientos.
Sobre esto, Rubén
Montemayor, médico tratante en el hospital general de Iztapalapa,
argumenta: "No puedo pedirles a los pacientes que compren un
medicamento que les refuerza las defensas si les voy a quitar el dinero
con el que compran su comida, por eso los tratamiento algunas veces son
incompletos".
GRATIS, NI EL AIRE. A pesar de que el pasado jueves
el jefe de Gobierno aseguró que en el DF los servicios de salud son
gratuitos, el Código Financiero del DF (artículo 262) establece que
"las personas físicas que utilicen los servicios médicos que presta el
Distrito Federal pagarán derechos, los que tendrán el carácter de
cuotas de recuperación del costo de los servicios".
Y añade: "El monto de las cuotas citadas, se determinará atendiendo a las condiciones socioeconómicas del contribuyente, estableciéndose al efecto en el tabulador de cobro la clasificación de los mismos en tantas categorías como sea necesario".
Los tabuladores publicados en la Gaceta Oficial arrojan, por ejemplo, cuotas que van desde los 35 hasta los 626 pesos por un parto hasta los 908 pesos por una cesárea. Dependiendo del nivel socioeconómico que el paciente tenga.
Mientras, el jefe de Gobierno se niega a invertir 298 millones de pesos (que vienen de los impuestos que los capitalinos pagan) para sumar a la capital al Seguro Popular.
Y EN LAS AMBULANCIAS. Las carencias no sólo se dan dentro de los hospitales. Las ambulancias, por ejemplo, tampoco cuentan con medicamentos suficientes ni con aparatos para atender en casos que ameritan traslado.
Ramón Torres, paramédico de las ambulancias del Hospital de Moctezuma, asegura que en algunas ocasiones el equipo es tan deficiente que para inmovilizar el cuello de un accidentado deben utilizar pedazos de cartón o madera.
A veces recogemos pedazos de madera de la basura, tablas o cartones porque no tenemos con qué inmovilizar el cuello de los pacientes. Otras veces no podemos poner las mascarillas de oxígeno porque no hay tanques, o no hay mangueras para conectarlos —explica.
Ramón, quien trabaja desde hace tres años como voluntario en ambulancias, dice:
—He
visto muchas muertes, pero ninguna es tan impresionante como la de
quien no puede respirar, aunque el tanque de oxígeno esté a un lado
suyo... todo porque falta una manguera.