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LAS DIVERSAS RUTAS QUE CONDUCEN A LA FRONTERA DE LA CIENCIA

Mar 04, 2024

Ciudad de México. Las diversas especies marinas que encontraba cuando buceaba durante sus vacaciones en la Isla del Coral, frente a las playas de Guayabitos, en Nayarit, son las primeras imágenes en la mente de Jesús Ramón Ocádiz Ruiz (CdMx, 1984) cuando le preguntan por qué decidió dedicarse a la ciencia, pero la vocación científica de ese niño que buscaba peces lo llevaría a otros destinos, ahora enfocado en salvar vidas.

Biólogo de formación, el ahora investigador del Departamento de Ingeniería Biomédica de la Universidad de Michigan, Estados Unidos, estuvo ligado a instituciones científicas desde su infancia, pues recuerda haber pasado muchas tardes en los jardines y laboratorios del Cinvestav, donde su padre realizó sus estudios de posgrado, pasos que años más tarde seguiría él mismo.

Sin embargo, el primer contacto formal con la ciencia fue en la licenciatura, cuando decidió estudiar Biología en la UNAM y realizaba prácticas de campo en selvas, playas y desiertos en busca de especies vivas y fósiles; ahí se enamoró de esta disciplina, pero un hito para la humanidad estaba a punto de cambiar su destino.

El estudio de la evolución cobraba auge por el descubrimiento y análisis del genoma humano, siendo ese el derrotero que lo hizo inclinarse por realizar un posgrado sobre biología molecular, tras terminar sus estudios profesionales.

Ocádiz Ruiz tuvo claro que sus opciones de posgrado se reducían a las ofertas académicas del Cinvestav, pues siempre estuvo esta institución en su horizonte para continuar sus estudios. Tras analizar los diferentes programas del Centro, decidió hacer su solicitud al Departamento de Infectómica y Patogénesis Molecular, en el laboratorio de Mario Alberto Rodríguez, donde se orientó a estudiar la virulencia de la Entamoeba histolytica, un organismo relacionado con la enfermedad intestinal conocida como amebiasis.

“La maestría fue el inicio de mi formación en biología molecular, utilizando el parásito como modelo para el análisis genómico y proteómico (estudio de la estructura y funciones de las proteínas). En esos años estuvo en boga el tema del ARN de interferencia (silencia la expresión de un gen) y también lo aplicamos con el objetivo de comprender mejor los factores de virulencia del patógeno”, explica el graduado del Cinvestav.

En el doctorado continuó con esa línea de investigación, pero con la intención de proponer el desarrollo de una vacuna o factores terapéuticos contra la amebiasis en seres humanos. En ese periodo, tras poder presentar los avances de su trabajo en un congreso sobre esa enfermedad en Melbourne, Australia, tuvo la oportunidad de hacer una estancia en la Escuela de Medicina Veterinaria de la Universidad de Wisconsin-Madison, con Timothy Yoshino, un experto a nivel mundial en parasitología.

Esa experiencia lo impulsó a buscar nuevos retos científicos. “La formación del Cinvestav hizo sentirme seguro para poder aplicar mi conocimiento y entrenamiento en otras áreas, en particular una que me llamaba la atención: el cáncer. Tras concluir el doctorado contacté a profesores de distintas universidades que realizaban investigación en cáncer gastrointestinal donde pensaba podía contribuir con mis aptitudes, y fue en el laboratorio de la doctora Juanita Merchant, en la División de Gastroenterología y Hepatología de la Universidad de Michigan, donde tuve la oportunidad de hacer una estancia posdoctoral”, recuerda Ocádiz Ruiz.

A partir de entonces, el cáncer fue la línea de investigación donde desde hace más de una década se ha especializado el graduado del Cinvestav, primero en la División de Gastroenterología y Hepatología de la Unidad de Michigan y, posteriormente, en el Departamento de Ingeniería Biomédica de esa misma institución, periodo en el que ha podido trascender como uno de los investigadores jóvenes más destacados.

De hecho, recientemente la Fundación LUNGevity, de Estados Unidos, le otorgó el Premio Pierre Massion para investigadores jóvenes, por el desarrollo de una tecnología orientada a la detección temprana de metástasis en pacientes con cáncer de pulmón. Se trata de un bioimplante capaz de capturar y detectar células tumorales en el organismo, al tiempo que informa cómo actúa el sistema inmune del paciente y el microambiente de las células tumorales.

Este bioimplante ayuda a capturar células tumorales, las cuales son extraídas para analizarlas en microarreglos de organoides (Cultivos tridimensionales) donde es posible simular la reacción de las células cancerígenas a distintas drogas y evaluar de manera personalizada el tipo de medicamento más conveniente para el paciente.

“El implante está desarrollado para personas que fueron intervenidas quirúrgicamente para la eliminación del tumor primario y sirve en el monitoreo de manera continua ante una posible recurrencia del cáncer. De modo que, si detectamos células tumorales en el implante, podemos aislarlas, secuenciarlas y sembrarlas en forma de organoides con el fin de evaluar distintos fármacos y saber cuál de ellos es el más efectivo para cada paciente”, explicó Ocádiz Ruiz.

Para el egresado del Cinvestav, el giro que ha tomado su carrera de investigador le es muy grato, aún más hacerlo en otro país con las bases de la educación pública, por ello no le resulta extraño haber encontrado a otros connacionales en diversos departamentos de la Universidad de Michigan, y ese mismo motivo encuentra en sus intenciones el poder trabajar y colaborar con estudiantes mexicanos en un futuro cercano.


Redacción MD

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